¡Ah, París…! Imposible quedarse indiferentes ante una de las ciudades con más personalidad del mundo. Un lugar tan especial que incluso tiene su propia condición psicológica: el Síndrome de París, un malestar bautizado así por un psiquiatra japonés en 1986 para describir la decepción que sufrían sus paisanos orientales al visitar esta capital.
Los seis millones de japoneses que llegan a París cada año tienen en mente Chanel, Louis Vuitton, las grandes avenidas, las librerías… pero encuentran también la frialdad de los locales, inseguridad y hostilidad general.
Pero el mito de París sigue funcionando. Y de todas las fábulas que vende la ciudad, una de las más rentables es la de la femme parisienne: la mujer liberada, independiente, sexual, conectada con su interior, respondona pero elegante, estilosísima.
Annick Goutal fue una de esas mujeres. Goutal nació en una familia numerosa (ocho hijos) de Aix-en-Provence. De pequeña ayudaba a su padre, que tenía una confitería, a atar lazos y preparar paquetes de chocolates y dulces. Con 16 años ganó el primer premio de piano en el prestigioso Conservatorio de Versalles. Se mudó a Londres, y allí la avistó el legendario fotógrafo David Bailey. Así comenzó su breve carrera de modelo, que abandonó por aburrimiento y porque no le ofrecía el estímulo intelectual que ella necesitaba.
Volvió a París, donde abrió una tienda de antigüedades, Folavril, bautizada así por un personaje de novela de Boris Vian. Tuvo a su primera hija, Camille, y la falta de tiempo hizo que se replantease su trayectoria profesional una vez más. Comenzó a ayudar a una amiga que vendía cremas a base de plantas. En un eco de su infancia, Annick se dedicó a diseñar envases exquisitos al estilo pastelería, atados con elegantes lazos de cinta. Pronto se planteó la posibilidad de incluir una fragancia al catálogo de cremas, así que nuestra emprendedora tuvo claro su próximo destino: Grasse, aún hoy el corazón de la perfumería.
Fue el encuentro con el perfumista Henri Sorsana, de la casa de fragancias Robertet, lo que abrió los ojos de Annick Goutal a su verdadera vocación.
Decálogo del Estilo Parisino:
1: A la moda no hay que hacerle ni caso
2: Abraza sin complejos el esnobismo
3: No hay nada más vulgar que matarse en el gimnasio
4: Los hijos no son nuestros amigos. No vayamos de colegas
5: Tres pasos en falso en sociedad: llevar el pelo de más de un color, hablar con anglicismos, tener una foto de tu boda bien visible en el recibidor de casa
6: Para lograr un estilo para toda la vida solo hay un camino: saber quién eres
7: La parisina tiene sentido de humor, y se esfuerza muchísimo en que parezca que todo está hecho sin esfuerzo
8: La parisina no es marquista
9: Tener miedo a envejecer es una estupidez
10: Sé consciente de tus defectos y cualidades, pero mantenlos privados, sin obsesiones
Sus primeras fragancias las vendió desde su casa, y en 1980 abrió su primera boutique en la parisina Rue de la Bellechase. Alojada en una antigua librería, Annick vendía allí sólo seis productos: cuatro cremas y dos fragancias. En 1981 creó su primer perfume de autor, Folavril (rescató de nuevo el nombre), con sus originales notas de hoja de tomate.
Solo un año después nació la creación que marcó un punto de inflexión para la casa: Eau d’Hadrien, una mezcla unisex de cítricos inspirada en el profundo amor de Annick por el paisaje toscano, y por una novela (“Memorias de Adriano”, de Marguerite Yourcenar) que la había emocionado profundamente.
Petite Chérie, nacida en 1988, fue otro de los clásicos instantáneos de la firma, un perfume inspirado por su hija Camille. En 1999 y con solo 53 años, Annick murió, dejando veinte fragancias inolvidables y un amor por el perfume que heredó su hija Camille. Esta se asoció a una amiga de toda la vida, Isabelle Doyen, y juntas continuaron con el legado de excelencia y arte de su fundadora, donde cada experiencia olfativa cuenta una historia íntima que invita a soñar.
“Mi madre era impresionante, por dentro y por fuera. Cuando entraba en una habitación la energía cambiaba. Fue una mujer sencilla, dulce, inteligente y extremadamente apasionada cuando se trataba de compartir vivencias. Fue luchadora, y yo tomé su ejemplo. Agradezco esa educación destinada a esforzarme en encontrar las cosas buenas de la vida, a pesar de su desaparición temprana.”
¿Cómo elegir el perfume adecuado, ante la oferta abrumadora? Pedimos consejo a Camille: “Me encanta ayudar al cliente a encontrar el aroma perfecto. No necesitas ser un profesional. O te gusta una fragancia o no te gusta. Te atrae un perfume porque te recuerda a algo: es una respuesta física, sensorial. Es como el amor: hay flechazo, o no lo hay. El perfume perfecto nos hace soñar”.
¿Por qué hoy, veinte años después de su muerte, se sigue recordando a Annick Goutal? Porque antes que perfumista fue artista, y su compromiso profundo con la cultura convirtió su legado en relevante. La belleza -en su sentido más elevado siempre le interesó. Encontró su felicidad en la perfumería, cuyo poder evocador le recordó mucho a otro lenguaje que amaba: el de la música.
[Artículo publicado por Marta Dominguez en la revista Regia 2019]